Identidades México

Los billetes “Dos Caritas”. Dinero Villista

Es interesante la reflexión sobre el papel moneda en los tiempos de la Revolución, ya que cada fracción revolucionaria mandaba emitir sus propios billetes, lo que ocasionaba el rechazo del dinero emitido entre los bandos contrarios. “Se sabe que más de 126 autoridades estatales, municipales, regionales, militares, tanto legítimos como rebeldes, emitieron cantidades industriales para financiar sus operaciones”1. Billetes y monedas ordenados por Villa, Zapata, Carranza, Obregón, Calles y Huerta. Algunas monedas contenían clara propaganda política como las emisiones Muera Huerta. Tan sólo durante el periodo de Venustiano Carranza se autorizaron las siguientes emisiones: “‘Monclova’, ‘Ejército Constitucionalista’, ‘Gobierno provisional de la Ciudad de México’, ‘Gobierno provisional de la ciudad de Veracruz’ e ‘Infalsificable’”2. Sin embargo, un billete que tuvo mucha popularidad fue el llamado “dos caritas” que se originó en Chihuahua por órdenes de Pancho Villa. Este billete fue creado por decreto militar el 10 de febrero de 1914 y fue el activo financiero más importante del ejército villista en sus acciones guerreras. ¿Pero a quién pertenecían los rostros del billete? Estamos acostumbrados a que nuestros billetes muestren en uno de sus lados a un personaje relevante para la historia, incluso así es con los billetes de otras naciones, pero, en este caso, aparecen dos personajes en un solo lado, ¿fue una simple ocurrencia de Villa o hay un trasfondo ideológico? Para tratar de responder a estas interrogantes, empecemos por mostrar la identidad de estas “dos caritas”: del lado izquierdo del billete aparece Francisco I. Madero y del derecho Abraham González.

La primera carita
Antes de entrar en la Revolución, Francisco Villa era conocido por llevar una vida de pillaje: robaba ganado, secuestraba hacendados, asesinaba enemigos, etc. Villa ve en el movimiento armado una oportunidad para redimirse. Madero le perdona aquel pasado y lo incorpora a las filas de la revolución. Sin embargo, el carácter de Villa parece traicionarlo y acomete en contra de su mentor: en la batalla de Ciudad Juárez que marcó el triunfo de la revolución maderista, Villa encañona con su revólver a su jefe, por la negativa de El Apóstol de la democracia a fusilar a unos españoles de la ciudad. Al final, Villa se arrepiente, llora, y pide perdón a Madero; éste se lo concede por segunda vez. Luego, estando Madero ya instalado en la presidencia, el ministro de guerra, Victoriano Huerta, le forma consejo de guerra a El Centauro del norte para fusilarlo so pretexto de insubordinación, pero por tercera vez es exculpado por órdenes de aquel hombre que le había perdonado todo, incluso el amago contra su vida. Tras el asesinato de Madero, Villa lo homenajearía de distintas formas: al arribo de los ejércitos de Zapata y Villa a la capital en diciembre de 1914, Villa visita su tumba en la que llora inconsolablemente y, además, le cambia el nombre a la antigua calle de Plateros y la llama Madero.

La segunda carita
A principios de 1910, Villa conoce a Abraham González, jefe del antirreleccionismo chihuahuense, y cuyo destino no sería distinto al de Madero. Abraham González parecía ser llamado a iniciar la lucha contra los golpistas que habían asesinado al Apóstol, sin embargo, eso mismo pensaron los golpistas y lo asesinaron a sangre fría una noche de marzo de 1913. En el velorio de González, el general Francisco Villa permaneció meditabundo y silencioso. Sus fuerzas habían rescatado los restos del idealista sepultados en el desierto tras su asesinato. Un tren especial había trasladado el féretro a la ciudad de Chihuahua para rendirle ese tributo. Tal vez El Centauro del norte rememoró sus vivencias al lado de aquel extinto luchador social que lo había invitado a unirse al movimiento maderista. En homenaje a estas dos personalidades, Villa dispuso que el papel moneda emitido por el Estado llevase los retratos de los dos revolucionarios sacrificados por la reacción. Los de “dos caritas” los denominó el pueblo, que seguía llamando “maderistas” a los insurgentes que combatían al ejército federal.

La tercera carita
Sin embargo, el exceso de papel moneda circulante y el arribo al poder de distintas facciones iban en detrimento del valor del dinero. Me gustaría cerrar con una anécdota sobre los billetes de “dos caritas” y su posterior pérdida de valor, esta anécdota tiene como protagonistas al general Álvaro Obregón y a un comerciante español. La escena tuvo lugar en la Ciudad de México en febrero de 1915 después de la entrada de las tropas villistas y zapatistas. Considere usté,(sic.) señor general, que estos billetes hoy tienen un valor y mañana no lo tienen, porque entran unos y son los buenos, pero entran otros y ya no valen los billetes de las tres caritas. El general Obregón escuchó la protesta con asombro y preguntó: —Óigame usted, ¿cómo que billetes de “tres caritas”? Dirá usted de billetes de dos caritas, el señor Madero y don Abraham González, porque “tres caritas”, no las hay. —Cómo no, señor general, ¡tres caritas! La del señor Madero, la de don Abraham González y la carita que nosotros ponemos cuando los recibimos y cuando nos dicen que no valen. Dígame usté (sic.) si no son de “tres caritas”. Obregón festejó la ocurrencia y dejó ir al gracioso, no sin advertirle que de seguir hablando sobre los billetes de “tres caritas” mandaría aprenderlo por falsificador3.

Bibliografía:
Carlos Gaytán. Billetes de México. México, Diana, 1995. Ana Laura Romero y Berta Ulloa. “Crisis socioeconómica en el país” en Así fue la revolución mexicana. México, SEP, 1985, p. 867. Enrique Krauze. Álvaro Obregón, biografía del poder. México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 40.

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